Sunday, January 5, 2014

MATEO 8: 1-17 SANIDADES


MATEO 8: 1-17

SANIDADES


“Para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”  (Mateo 8:17)
Este pasaje se puede dividir en cuatro partes:

I           La sanidad del leproso v.2-4

La lepra, llamada la "lepra blanca",  servía de símbolo familiar y eficaz del pecado: era repugnante, contagioso, e incurable.
- su fe
Esto es la única cura de un leproso que esté notada en los tres evangelios (aunque el mismo acontecimiento se relata en los demás evangelios)[JEF1] .  Seguramente fue la primera vez que Jesús curase a un leproso, lo que resalta aun más la fe de este hombre.
La fe: No dice "pienso que puedes", o "espero que puedes", o "seguramente que puedes", sino simplemente: “puedes".

Este leproso nos enseña cómo acercarnos al Señor: “si quieres, puedes...":
1) Una firme convicción del poder del Señor
2) Una sumisión a la voluntad del Señor (no exige)
Se trata de decir: “Hágase tu voluntad..."
Es como decir: "Me echo a tus pies, y si perezco, a tus pies perezco".
- Jesús "quería"
En Marcos 1:41 dice "Jesús, teniendo misericordia de él" o, mejor traduci­do, sería "Jesús, conmovido,..."  En Mateo no lo menciona porque el propósito es demostrar el poder, la soberanía, del Rey: que él puede todo.  Marcos demuestra su servicio, su compasión, su misericordia.
Le tocó:  Este tocar, legalmente, podía hacer que Jesús fuera impuro.  Lo único que podía cambiarlo sería que el leproso ya no sea leproso cuando Jesús lo tocara.  En vez de que la impureza contaminara al limpio, como era la norma, fue el limpio, la pureza de Jesús, que cambió al hombre impuro.
Es lo mismo cuando nos acercamos a Jesús con nuestros pecados, si nos acercamos con fe.
"Al instante"  fue inmediato.  Matthew Henry comenta que la naturaleza trabaja poco a poco, pero el Dios de la naturaleza trabajó en seguida.  Él habla, y ya está hecha (véase la creación en Génesis 1).   Es un contraste con muchas supuestas "sanidades" de hoy en día.

Las instrucciones que el Señor le da:

1)         - Jesús exige que cumpla la ley
- que haya un testimonio delante de los sacerdotes:  lo que ellos no pueden hacer, el Señor sí que puede.  Ellos siempre habían tenido el ministerio de examinar, juzgar, si un hombre era puro o no: reconocían que sólo Dios podía hacer que un hombre sea puro.  Esto fue, pues, una demostración de la divinidad de Jesús.

2)         - Jesús exige silencio
- que no hable de esto:  un testimonio para confundir a los sacerdotes, sí.  Pero que no hable a la gente.  Sin embargo, según Marcos (1:45)  este hombre divulgó la cosa, y Jesús fue impedido en su ministerio como resulta­do.  La desobediencia nos parece natural, pero siempre hay que obedecer a aquel a quien llamamos Señor.

II         La sanidad del criado del centurión v.5-13

- su preocupación
- su fe
- Jesús se maravilla
- los gentiles y los Israelitas:
- habrá gentiles sentados con Abraham e Isaac y Jacob
- habrá Israelitas echados a las tinieblas de afuera

III        La sanidad de la suegra de Pedro v.14-15

- postrada con fiebre
- Jesús la toca
- resulta en servicio

IV        La sanidad de endemoniados y enfermos v.16-17

- Traen muchos a Jesús
- Echa a los demonios con la palabra
- sana a todos los enfermos
- cumplimiento de lo dicho del profeta Isaías (Is. 53:4)

En ciertos casos Jesús responde a la fe de las personas.  En otros casos responde sencillamente a la necesidad.  En los dos casos, se trata de una señal del poder de Jesús.
En cuanto al cumplimiento de Isaías no significa que la sanidad actual sea parte de nuestra salvación. Todos tendremos cuerpos sanos en la resurrec­ción, gracias a la obra de Cristo en la cruz.  Allí en Galilea, lo que Jesús hizo era una señal de su propia persona: que es el Rey; que el reino de los cielos había venido en su persona.
Si estas sanidades, y el texto en Isaías 53, significaran que todas las enfermedades deben ser quitadas al salvarnos, ¡esto significaría que ningún creyente podría morir físicamente!  Vemos también cómo hombres que servían al Señor podían tener una enfermedad prolongada, sin intervención milag­rosa para sanarlos.  Pablo dice: "a Trófimo dejé en Mileto, enfermo" (2 Ti. 4:20) y Epafrodito había estado gravemente enfermo también (Fil. 2:26). ¿Por qué no pudo sanar o evitar la enfermedad de estos hombres de Dios?  Es que la enfermedad no ha sido quitada de la vida de los creyen­tes. Sólo lo será cuando la muerte habrá sido definitivamente aniquilada.


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