MATEO 10
NUESTRA MISIÓN
“El discípulo no es más que su maestro, ni el
siervo más que su señor..... Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no
es digno de mí” (Mateo 10:24,38).
El problema del v. 23: Según Matthew Henry, Jesús está diciendo que
su mensaje será demostrado como siendo verdadero antes mismo de haber terminado
de predicarlo: la resurrección y la venida del Espíritu Santo, dando poder a
los discípulos. Según Jamieson, Fausset,
y Brown, se trataría de la destrucción de Jerusalén, y del reino de Jesucristo
establecido entre sus ruinas. Adam Clark
creía que se trataba simplemente de la venida del Espíritu Santo. Esta última interpretación no toma en cuenta
la expresión "Hijo del Hombre".
Personalmente me parece que habla sea de la transfiguración, sea de la
resurrección.
De todos modos, lo importante de este texto es la
misión que Jesús confía a sus discípulos, lo que nos da una idea de la misión
que nos confía a nosotros.
Se
trataba de una misión conflictiva: con una combinación de conflicto, autoridad,
y poder tanto para los apóstoles como para nosotros.
I.
UNA
MISIÓN PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO v. 5-7
1. No es para hablar de sí mismo, aunque un
testimonio personal es bueno.
2. No es para hablar de su iglesia.
3. No es para hablar de los errores de la religión
falsa (sea judaísmo, catolicismo, o cualquier otra), aunque a veces es necesario
denunciar el error para que se entienda la verdad.
4. Es para anunciar el evangelio: las buenas nuevas
que el Rey ha venido, y que volverá a venir; - que Cristo murió por nuestros
pecados, para salvarnos de nuestros pecados.
II.
LA NECESIDAD DE CONFESAR AL SEÑOR COMO NUESTRO SALVADOR
v. 32-33
1. La promesa de que el Señor reconocerá a quien le
confiese entre los hombres.
2. Existen personas a quienes les gusta considerarse
como cristianos evangélicos, pero que tienen vergüenza de proclamar su fe en
público. Son "creyentes
secretos". Tal comportamiento es
repulsivo para Dios.
3. El "Pan Diario" nos cuenta de un joven
que fue convertido a Cristo cuando estaba lejos de su casa. Se preguntaba cómo haría frente a las
tentaciones cuando volviera a su ciudad natal.
Le aconsejaron que confesara su fe en Cristo enseguida en cualquier
momento que encontrara a alguien que no había oído hablar de su nueva
vida. Al bajar del tren, la primera
persona que vio era una chica que había conocido antes de su conversión. Ésta le saludó calurosamente y le preguntó
cómo iban las cosas. Cuando le dijo que
se había convertido a Cristo, la cara de ella se puso algo rígida, dijo unas
cuantas palabras de cortesía, y lo dejó.
Después de que hubiera afirmado su fe ante unos cuantos conocidos más de
días anteriores, poco tiempo costó para que el asunto se diera a conocer
generalmente. No fue necesario que se
preocupara por encontrar maneras de romper su amistad con aquellos que no
querían saber nada del Evangelio: fueron
ellos que le dejaron automáticamente.
Por otra parte aquellos que tenían hambre de recibir una ayuda
espiritual iban a buscarlo. Sólo una
confesión pública te identificará abiertamente con el Señor, te establecerá en
tu toma de posición por la verdad, y hará de ti un creyente eficaz. Por tanto, te irá mejor si reconoces a Cristo
abiertamente sin tener vergüenza.
4. Si vale la pena tener fe en Cristo, vale la pena
también proclamarlo abiertamente.
III. LA
PRESENCIA DEL SEÑOR
CON NOSOTROS v. 19-20
1. La promesa a los apóstoles; la promesa a
nosotros. Mt. 28:20; Hch. 1:8.
2. No hay que pensar que estamos solos y
desamparados. “No sois vosotros los que
habláis, sino el Espíritu...” Nosotros
los creyentes sólo somos canales de comunicación entre Dios y los hombres. Pero en esto somos imprescindibles. En 1936 se transmitió una emisión radiofónica
a América desde Inglaterra. Justo unos
momentos antes de que se iba a oír la voz del Rey Eduardo VII, alguien dio un
traspié sobre un hilo en la cámara de controles del puesto de radio en Nueva
York, rompiendo la única línea de comunicación que había entre los dos países. Los ingenieros estaban frenéticos. Entonces, justo unos segundos antes del
tiempo, un aprendiz bastante listo se asió de los dos trozos de hilo, uno en
cada mano, haciendo de su cuerpo un puente.
Pocos segundos más tarde el Rey Eduardo se dirigió a la nación. Sus palabras fueron transmitidas a través del
cuerpo de aquel hombre. El Rey de Gloria
también puede hablar a través de ti. Si
pones una mano en la suya, y extiendes la otra hacia aquellos que son
necesitados del Evangelio, serás un conducto de su gracia.
3. El ser tímido frente a tal promesa no es modestia,
sino una manera de tratar a Jesús de mentiroso.
En Apocalipsis 21, se incluye a los cobardes en muy mala compañía.
4. ¿De cuál manera has estado cumpliendo con tu
responsabilidad?
IV. LAS REACCIONES A NUESTRA MISIÓN v. 12-15, 34-36
1. El resultado no depende de nosotros.
2. El resultado no refleja sobre nosotros.
3. Rechazan a Cristo y no a nosotros.
4. Aceptan a Cristo y no a nosotros.
5. Nuestra misión puede causar división. “No penséis que he venido para traer paz a
la tierra... sino espada” (v.34). Para
una persona que no está salvo, que está casado con un creyente, Jesucristo
puede parecer como una suegra molestosa y posesiva. Hay una buena razón por eso. El Señor tiene un santo celo por los suyos y
no duda en controlar sus vidas. No se
deja olvidar, y hace sentir su presencia hasta en algunos momentos de los más
molestos. No dejará a aquellos a quienes
ama. Por tanto, muchos hogares se hallan
divididos por causa de afecciones y compromisos divididos. En la realidad, el Señor no es como una
suegra molestosa. Es simplemente que él
sabe muy bien que sólo él puede hacer que sus hijos sean felices y bienaventurados. Sólo una persona totalmente controlada por él
puede ser lleno de amor, gozo, y paz. Si
nuestro Salvador parece algo "molestoso", es que odia el pecado, y
quiere proteger los intereses de los suyos.
V.
LA DIFICULTAD DE NUESTRA MISIÓN v. 24-28
1. Nuestro temor
2. Nuestra vida que contradice lo que decimos
3. Satanás y su oposición
4. Todo lo que hay en el "yo" del hombre se
opone al evangelio
5. Pero contra todo esto tenemos a Cristo.
VI. EL JUICIO QUE SIGUE NUESTRA MISIÓN vv. 14, 15, 33, 42
1. Su responsabilidad comparada a Sodoma y Gomorra
2. Tu
responsabilidad frente a este evangelio
a. Responsabilidad de creerlo (v.15-15)
b. Responsabilidad de confesarlo (v.33)
c. Responsabilidad de predicarlo (v.27)
3. El juicio no es sólo negativo: implica también
recompensas (v.42).
Como el evangelio es algo grande, la misión que te
ha sido confiada es también grande. ¿Qué
haces con ella? ¿Estás cumpliendo con tu
deber? ¿Estás preparado para el gran día
cuando todos nosotros compareceremos delante del tribunal de Cristo para
responder de lo que hemos hecho en nuestros cuerpos
(2 Co. 5:10)? Espero que sí.
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