Friday, February 28, 2014

MATEO 27:3-9 ( y 26:14-16) JUDAS

MATEO 27:3-9 ( y 26:14-16)

JUDAS

            Si hay una figura en el Nuevo Testamento que nos inspira horror, es la de Judas Iscariote.  Nos choca su mezquindad, luego su traición, su arrepentimiento insuficiente, y su suicidio.  ¿Qué podemos aprender de este relato?  Aparte de confirmar las profecías sobre Jesús, es seguramente un advertencia para cualquier persona que vive hoy en día.

           
I.  El hecho de estar asociado a un grupo de creyentes comprometidos no garantiza que hayas sido salvo.
1.                 Era “uno de los doce” (26:14).  “Era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio” (Hechos 1:17).
2.                 A veces, alguien cree que por ser miembro de una buena iglesia evangélica, está a salvo. Pero ni su profesión, ni su membresía le puede salvar.
3.                 El hecho de estar trabajando en el ministerio tampoco garantiza la salvación de nadie. Ha habido unas historias escalofriantes de personas en el ministerio que se han dejado ir en los peores pecados, y que al fin, han mostrado el mayor desprecio por las cosas de Dios.

II. El hecho de estar asociado a un grupo de creyentes comprometidos te hace más responsable por tu eventual rechazo del Señor.
1.                 Lo llamaron: “el hijo de perdición” (Juan 17:12).  No hay otra persona en la Biblia que recibe esa etiqueta, aparte del “hombre de pecado” en 2 Tesalonicenses 2:3.
2.                 Es Jesús mismo que usa esa expresión tan condenatoria.
3.                 Cuanto más conocimiento una persona tiene, menos excusa tiene, y mayor condenación tiene.
4.                 Tú que estás relacionado con un grupo de creyentes, que asistes a la iglesia, ten cuidado: si no has nacido de nuevo, si no te has arrepentido y recibido a Cristo en tu vida, tu condenación será grande.  No juegas con el Evangelio.  ¡Es peligroso!

III.  El hecho de expresar tu arrepentimiento por una cosa no significa que hayas arrepentido para salvación.
1.                 En los versículos 3-5, los sacerdotes no respetaron su arrepentimiento.
2.                 Hay muchas personas que actúan mal, y luego expresan su arrepentimiento después de que hayan actuado.  Es tarde para impedir las consecuencias. 
3.                 A veces ese arrepentimiento tardío es hipócrita, o sin fe, o incompleto.  Puede ser un arrepentimiento “por si acaso”.  Puede ser más bien un remordimiento.
4.                 Ese arrepentimiento no tiene validez si no te lleva a entregarte al Señor Jesús mismo.

IV.  Es posible ir más allá del alcance de la gracia de Dios.
1.                 “Se fue y se ahorcó” (v. 5).  No sabemos precisamente a qué punto había sobrepasado los límites, pero sí sabemos que una vez se había ahorcado, ya no le quedaba ninguna posibilidad.
2.                 El hecho de suicidarse no era la causa de su perdición; era la consecuencia de ella.
3.                 En Mateo capítulo 12, Jesús advirtió contra la blasfemia contra el Espíritu Santo.  En el contexto, parecía estar implicando que sus interlocutores, que veían sus milagros pero que insistían en considerar que él era del diablo, estaban en peligro de cometer este pecado, por el cual no hay perdón.  Ahora bien, sabemos que hay perdón para cualquiera que acude a Jesucristo.  Pero obviamente, hay quienes se endurecen hasta tal punto en su rebeldía que no pueden acudir a Cristo.  Eso es el pecado contra el Espíritu Santo; es pasar los límites.  Fue lo que hizo Judas, y puede ser lo que algunos harán hoy.  No sigas resistiendo a la llamada del Señor.  Acude a él, para que él trate tus pecados.


            Muchas personas consideran que son hijos de Dios por pertenecer a la iglesia cristiana.  Muchos se consideran aprobados por Dios porque están implicados en algún servicio cristiano.  ¿Es eso lo que identifica a un hijo de Dios?  Si es así, entonces estamos obligados a pensar que Judas era un hijo de Dios – y no lo era: era más bien un hijo de la perdición.  Por tanto, tendríamos que rehacer algunas de nuestras esquemas.  No se trata de estar en la iglesia; no se trata del servicio cristiano; tampoco se trata de una profesión de fe en Jesucristo, ni de seguirlo por un tiempo.  Una persona sólo es hijo de Dios si ha nacido de Dios, si ha nacido de nuevo.  Y tú, ¿has nacido de nuevo?

Thursday, February 27, 2014

MATEO 26:57-68 ACUSADO Y MALTRATADO


MATEO 26:57-68

ACUSADO Y MALTRATADO


            En este pasaje, vemos a Jesús viviendo en carne lo que él había predicado en el Sermón del Monte:  “Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos les pertenece.  Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias.  Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo.  Así también persiguieron a los profetas que los precedieron a ustedes”[1] (Mateo 5:11-12).

            En la realidad, el relato que tenemos ante nosotros es uno de los más asombrosos que se podría imaginar: el Creador de los cielos y la tierra, el Soberano de todo, está llevado ante los tribunales de los hombres, acusado, y le escupen en el rostro, y le dan puñetazos.  ¡Difícil de imaginar!  Pero fue así, y nosotros hemos de aprender de ello.  “Como cordero fue llevado al matadero” dice Isaías (53:7).

            Como cristianos, hemos de aprender a valorar lo que Jesús sufrió allí durante su proceso.

I.              Fue humillado en nuestro lugar
1.                 Lo trataron peor que un animal.
2.                 Se burlaron de él, como a un perdedor.
3.                 Es extraño que nosotros, que no tenemos nada de que gloriarnos, seamos tan orgullosos; nos cueste tanto humillarnos, mientras que en el caso de Jesús, el Rey de reyes, él estuvo dispuesto no sólo a soportar esas humillaciones, sino también “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo…” (Filipenses 2:7).
4.                 Cuando a nosotros nos humillen, debemos pensar en lo que mereceríamos.  También debemos recordar que habría para nosotros una humillación más terrible aún, en el día final, sino fuera por lo que el Señor quiso soportar en nuestro lugar.

II.           Fue juzgado en nuestro lugar
1.                 En su caso, un justo absolutamente injusto
a.                  Según el versículo 58, los mismos jueces buscaban falso testimonio contra Jesús.
b.                 En el versículo 61, han torcido palabras que Jesús había dicho hacía tres años.
c.                  En el versículo 62, ya que no tienen suficiente para condenarlo todavía, intentan hacerlo hablar para usar sus propias palabras contra él.
d.                 En el versículo 63, usan su autoridad para obligarlo legalmente a hablar.
e.                  En el versículo 65, después de que Jesús se ha proclamado como Mesías, no hay ningún intento de averiguar si ha cumplido las profecías: simplemente se regocijan de una ocasión de condenarlo.
2.                 En nuestro caso, un juicio totalmente justo.
a.                  Dios nos juzgará según su verdad.
b.                 Él sabe todo, y en cuanto a nosotros, toda boca será cerrada ante Dios.
c.                  Nosotros mismos reconoceremos que hemos pecado.
d.                 Se nos juzgará conforme a la ley y la justicia de Dios.
3.                 Pero el hecho que Jesús fue dispuesto a ser juzgado así por los hombres, fue para que pudiera llevar nuestro juicio: justamente para evitar que nosotros tuviéramos que ser juzgados.
4.                 Por esa razón, cuando empezamos a preocuparnos del juicio futuro, podemos preguntarnos: “¿acaso Jesús sufrió todo aquello en vano?” y dejar de preocuparnos.

III.        Fue afligido en nuestro lugar.
1.                 Sufrió puñetazos, le abofetearon, y le escupieron en el rostro.
2.                 Fue anticipo de lo que iba a sufrir en la cruz dentro de pocas horas.
3.                 Hasta durante su arresto había impedido que molestaran a los discípulos.
4.                 Recordemos, pues, lo que Jesús sufrió por nosotros, cuando hemos de ser afligidos en algo, y demos gracias a Dios que nos evitamos las tormentas terribles de la condena eterna, porque él llevó nuestra carga a la cruz.

            Ya que Jesús fue humillado en nuestro lugar, fue juzgado como un reo en nuestro lugar, y fue afligido en nuestro lugar, podemos estar tranquilos ante el futuro, al mismo  tiempo que estemos muy agradecidos por lo que él hizo por nosotros.  Deberíamos, por tanto, estar dispuestos a ser humillados por él en vez de tener vergüenza de llevar su nombre; deberíamos estar dispuestos a ser juzgados por el mundo, como el mundo lo juzgó a él; deberíamos estar dispuestos a sufrir junto con él frente al mundo, ya que nos evitó las terribles tormentas futuras.

“Por lo cual también Jesús, para santificar también al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.  Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir”. (Hebreos 13:12-14).



[1] Trad.  Nueva Versión Internacional ©1999, Editorial Vida

Wednesday, February 26, 2014

MATEO 26:47-56 ¡ABANDONADO!


MATEO 26:47-56

¡ABANDONADO!


            En la mayoría de nuestras Biblias, el título de este pasaje es “El Arresto de Jesús”[1].  Y eso es normal, porque es el acontecimiento principal.  Pero lo que nos impresiona en este relato es la reacción de los discípulos de Jesús.    “Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron”.

            Jesús fue arrestado, y se dejó llevar por los aguaciles, pacíficamente.  Impidió que Pedro lo defendiera.  Dijo que su arresto era simplemente el cumplimiento de la profecía.  Los discípulos, acaso, habrían estado dispuestos a vender sus vidas caros en una batalla en defensa de Jesús, pero no pudieron comprender el hecho que él se dejara arrestar.  Eso era demasiado para ellos.  Y huyeron. Fue el cumplimiento, o al menos una aplicación, de Zacarías 13:7, “Hiere al pastor, y serán dispersadas las ovejas”.

            Hay varias cosas que aprendemos de este relato, sobre la naturaleza humana.  Un cínico diría que lo que se aprende es que No se puede fiar totalmente de la lealtad humana.  Tendría razón, pero hay más que esto.  Se puede intentar entender lo que pasó allí.

I.    Las personas suelen acobardarse cuando no entienden lo que está pasando
1.                 Los discípulos estaban confusos: no entendía lo que pasaba.
a.                  Habían esperado que Jesús iba a instalar su reino de manera visible, ya.
b.                 No entendieron la alusión que Jesús había hecho a la profecía de Zacarías.
c.                  No podían ver qué buena cosa podría salir de la situación.
d.                 Lo que sucedía rompía todas sus esquemas.
2.                 La confusión hizo, por una parte, que no pudiesen racionalizar un comportamiento valiente.
3.                 Además, en su confusión pudieron sentir que Jesús les había dejado colgado.
4.        Nosotros tampoco lo entendemos todo en la vida.  Y cuando no lo entendemos, solemos rechazar la aflicción.  Cuántas veces una persona afligida dice: “¡si sólo pudiese entender!”.  Quieren entender el “por qué” de la aflicción. 
5.                 Aunque sería más importante entender el “para qué”. 
6.              Pero aun así, a menudo no se puede saber.  Es entonces que la fe tiene que entrar en juego.  La fe que puede seguir aun cuando no entiende.

II. Las personas con las mejores intenciones pueden acobardarse en el momento crítico.
1.            Tenemos que estar en guardia contra el pánico, u otras flaquezas puntuales.
2.        Tenemos que ser tolerantes con quienes muestran debilidad: hemos de reconocer la posibilidad de que estaban muy sinceras y bien intencionadas, y no tratarlas como hipócritas.

III.  Hay que perdonar a aquellos que nos dejan colgados, y volver a confiar en ellos.
1.                 A veces las personas se han mostrado muy prometedoras, y hemos contado con ellos, pero en los momentos difíciles nos dejan colgados.  Pensamos:  “Nunca volveré a confiar en ellos”.
2.                 Es lo que los discípulos hicieron con Jesús, pero él no les abandonó.  Al resucitar, se reunió con ellos.  Ellos siguieron siendo su medio para alcanzar al mundo con el evangelio.

IV.    Hay que saber sufrir sólo.
1.                 “Ríe, y el mundo reirá contigo.  Llora, y llorarás solo.
2.                 Cuando estamos afligidos, la gente suele dejarnos solos.  Y esa soledad puede parecer lo más difícil de llevar. 
3.                 Es una buena oportunidad para nosotros, sin embargo, de acercarnos a Dios y depender enteramente de él.
4.                 Por otro lado, hemos de cuidarnos de no dejar que otros hayan de sufrir solos.  Cuando vemos a alguien en una aflicción, debemos intentar estar con ellos.

            La aflicción es una escuela.  Es una escuela para la persona afligida, y es una escuela para los demás que observan.  Es una prueba, en la cual tenemos la oportunidad de demostrar de qué somos hechos.  ¿Estamos capaces de sufrir solos, cuando los demás nos abandonan?  ¿Estamos dispuestos a apoyar a aquel que está afligido, y no dejarlo solo?


[1] Reina y Valera ’60; Nueva Versión Internacional 1999; NKJV, y muchas más.

Sunday, February 23, 2014

MATEO 26:36-46 ¡GETSEMANÍ!


MATEO 26:36-46

¡GETSEMANÍ!


            Es en Getsemaní que más vemos a Jesús en su humanidad.  Vemos a un hombre que necesita la compañía y el consuelo de otros hombres; a un hombre que sufre terriblemente ante la perspectiva de lo que le espera; a un hombre que preferiría no sufrir si hubiera otra manera de llevar a cabo lo que tiene que hacer.  Cuando leemos en Hebreos 4:16 que Jesús fue “tentado en todo según nuestra semejanza”, no se trata de una exageración.  “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que so tentados” (Hebreos 2:18).

            Cada cristiano tiene que reconocer las necesidades que tiene, que son las mismas que Jesús manifestó en Mateo 26:36-46. 

I.              Necesitamos acompañamiento en las aflicciones.
1.                 El Señor Jesús no sólo quiso estar con sus discípulos al final, sino que expresó el deseo de una comunión más íntima con unos amigos especiales.
2.                 Ellos le fallaron en el momento de su necesidad.
3.                 Cuando estamos angustiados, afligidos, busquemos algunos amigos creyentes en que tengamos confianza, para que estén con nosotros, orando con nosotros.
4.                 A veces la simple presencia de unos amigos nos sostiene cuando flaqueamos.
5.                 Esto nos recuerda lo que debemos ser como amigos.  Debemos estar dispuestos a estar presente con un hermano o una hermana que lo esté pasando mal.  Necesita de nuestra parte presencia que acompaña sin juzgar.  ¿Podemos imaginar a los tres discípulos diciendo: “¡Hombre, Maestro, tampoco es para tanto!”  Obviamente , habría sido fuera de lugar.  Estaban totalmente ignorantes de lo que Jesús sufría.  En la misma manera nosotros también somos totalmente ignorantes de lo que sufren otros creyentes.  Pero podemos darles el acompañamiento necesario, sin entenderlo todo.  Es en la medida que podamos proveer eso que se puede ver qué clase de amigos cristianos somos.
II.           Necesitamos orar en las aflicciones.
1.                 El Señor Jesús supo dónde acudir para recibir su verdadera ayuda en medio de su angustia.
2.                 Sólo el Señor nos puede dar la fuerza y el consuelo necesarios.
3.                 Es en la oración que podemos apoderarnos de la ayuda del Señor.
4.                 No está  mal pedir que Dios nos quite una aflicción.
5.                 Tampoco está más expresar nuestra angustia al Señor.  Lo que él no quiere es que tapemos nuestra angustia.
6.                 Lo importante, no es lo que sentimos; es llevar estos sentimientos al buen lugar, al trono de gracia.
7.                 Hay algunas aflicciones que el Señor permite que suframos simplemente para que aprendamos a orar.
8.                 Si pensamos que podemos ser independientes de Dios en tales circunstancias, es que pensamos que somos más fuertes que Jesús mismo.
III.        Necesitamos estar resignados a la voluntad del Señor.
1.                 Jesús supo decir, con todo, y a pesar de su intenso deseo de evitar la cruz: “pero no sea como yo quiero, sino como tú” (v.39). 
2.                 Suponemos que Jesús ya sabía lo que era la voluntad de su Padre.  Y se había sometido a esta voluntad.  Esto no impidió que sintió la necesidad de expresar su horror ante tal perspectiva.
3.                 Lo que es importante a este punto no es lo que Jesús sentía, sino lo que Jesús estuvo dispuesto a hacer: obedecer al Señor.
4.                 Puede ser que te sientas culpable por tus sentimientos hacia ciertas cosas que el Señor te llama a vivir dentro de su voluntad.  Lo que importa allí también es lo que estás dispuesto a vivir para el Señor.
5.                 En vez de seguir tus sentimientos, has de poder aceptar el hecho que la voluntad de Dios debe predominar en tu vida.  No es tu sentimiento que cuenta, sino tu decisión.  Eso, por cierto, no quita la importancia a tu sentimiento.
6.                 Por tanto, cuando tienes alguna aflicción, tú puedes tomar la decisión conscientemente de que aceptas aquella aflicción como del Señor.


            La manera en que hacemos frente a las aflicciones es lo que demuestra qué clase de cristianos somos.  Pero esto depende de nuestra relación con el Señor.   El tiempo que pasamos en la intimidad con él producirá su fruto allí.  Porque si estamos acostumbrados a pasar tiempo con el Señor, entonces será natural acudir a él en as dificultades, y poder desarrollar un plan de acción, y una actitud, junto con él.  No nos quedemos aislados en tales circunstancias – y no dejemos que otros se queden aislados tampoco.

Saturday, February 22, 2014

MATEO 26:30-35; 69-75 - PEDRO


MATEO 26:30-35; 69-75

PEDRO

 Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré” (26:35).

Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre” (26:74).

Pedro era un  buen discípulo.  Siempre estaba el primer dispuesto a expresar su lealtad al Señor.  Seguía al Señor de cerca, y quería estar con él.  Se enojaba al pensar que alguien pudiera maltratar a su Señor.  Se puede decir que amaba a Jesús.   Pero cayó.  Insistió en que no conocía a Jesús; maldijo y juró para demostrarlo; lo llamó “el hombre”, con cierto desprecio, o al menos distanciamiento.  ¿Qué pasó?  Tú, ¿te imaginas negando a Jesús, pretendiendo no conocerlo?  Porque podría ocurrir.  Toda tu profesión de amor hacia él podría venir abajo en un momento de pánico.  Miremos los principios que podemos aprender de esta etapa de la vida de Pedro.

I.          Hay que confiar en Jesús para poder ser valiente
1.                 Mientras Pedro estaba confiando en Jesús, pudo sentirse leal y valiente (v.35).
2.                 Había visto los milagros, las señales, de Jesús.
3.                 Tenía a Jesús presente con él, como siempre, sin señal de cambio.
4.                 Estaba rodeado por los demás discípulos.
5.                 Nosotros, mientras tenemos los ojos fijos en Jesús, el Vencedor, seremos valientes.
6.                 Mientras estemos en comunión con otros creyentes, seremos valientes.
7.                 Busquemos ardientemente esa comunión con Jesús y con los demás, para no caer en alguna tentación.
II.         Hay que actuar por lealtad y amor hacia Jesús
1.                 Pedro tuvo la lealtad de ir donde estaba su Señor cuando todos los demás lo habían abandonado (v.69).
2.                 Jesús era preso, pero Pedro se atrevió a deslizarse dentro del lugar donde iba a ser juzgado. Era peligroso.
3.                 Con su amor no podía aguantar la espera: quiso saber lo que sucedía.
4.                 Cuando nuestro corazón nos impulsa a hacer algo por lealtad para Jesús, o amor hacia él, ¡hagámoslo!
III.        No hay que estar demasiado pronto para proclamar su valor en público.
1.                 Pedro proclamó un valor y amor extremo, cuando no le costaba nada hacerlo.  Pero fue humillado.  (v.33,35, 74-75)
2.                 Es interesante que Pedro empezó comparándose hipotéticamente con los demás discípulos.  Eso aumenta la humillación.
3.                 Fue una forma egoísta de proclamar su valor, además de orgulloso: no le importaba cómo quedaban los demás discípulos.
4.                 Cuando se trata de quién es más valiente, o quién sería más valiente, es mejor quedar callado, y, en secreto, determinar que actuaremos con el valor necesario cuando llegue la situación.
IV.        No hay que quitar los ojos del Maestro.
1.                 Cuando Pedro falló, no estaba mirando hacia el Maestro, sino hacia aquellos que le cuestionaban (v.69,71,73). Igual que cuando miraba a las olas en el mar.
2.                 Estaba en mala compañía (1 Corintios 15:33).
3.                 Estaba pensando, no en Jesús, sino en su propia piel.
4.                 Nosotros también, en las mismas circunstancias, fallaríamos.  Necesitamos mantener nuestros ojos sobre él, siempre (Hebreos 12:2).
V.       Hay que estar dispuesto a arrepentirse y volver a nuestro primer amor.
1.                 Pedro supo reconocer su pecado, avergonzarse de ello, y volvió a seguir al Maestro (v.75;  Juan 21:15-19).
2.                 Esto fue la diferencia entre Pedro y Judas.  Judas pudo salir y hacer su mala obra aunque Jesús le había confrontado con ello.  Cuando estuvo hecho, lo único que Judas pudo hacer, en vez de ir al Señor en arrepentimiento, fue matarse a sí mismo.
3.                 Vemos el paralelismo con Saúl y David.  Saúl hizo excusas, siguió endureciéndose, y al final se mató a sí mismo.  David pecó gravemente, pero al ser confrontado con ello, dijo: “He pecado”.  Los Salmos 32 y 51 nos dan el testimonio de su sincero arrepentimiento.
4.                 Aprendemos que siempre hay perdón para cualquier pecado, si nos arrepentimos sinceramente.  No hemos de permanecer hundidos en el fango.

Hemos de cuidar nuestra lengua: porque cualquiera de nosotros puede caer, después de haber insistido en que no lo haríamos.   Pablo dice, en 1 Corintios 10:12, “El que piensa estar firme, mire que no caiga”, y en Gálatas 6:2 “considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”.  Siempre es más fácil identificar el pecado y la debilidad del otro que permanecer firmes nosotros mismos.  Un sano conocimiento de nosotros mismos, sin embargo, nos empujará a aferrarse a nuestra comunión con el Maestro, manteniendo nuestros ojos fijos en él.  ¡Porque lo necesitamos!

Friday, February 21, 2014

MATEO 26:17-30 ¿SOY YO, SEÑOR?

MATEO 26:17-30

¿SOY YO, SEÑOR?

         ¿Has sentido alguna vez que la gente te estaba apuntando el dedo, cuando en verdad, tendrían que haber sido designado ellos?  ¿O has oído una crítica dirigida a todos en general alguna vez, y te has preguntado a quien se dirigía?  Podías darte por aludido, por ser demasiado egocéntrico, pero podías también pensar en otros, por creerte mejor.  Muchas veces cuando un predicador da un mensaje práctico, alguien le habla a la puerta, diciendo:  "¡Qué buen sermón!  Lástima que tal o tal persona no estaba aquí: le iba tan bien";  o "¡Qué buen sermón!  Pude pensar en al menos cinco personas presentes a quien cabía perfectamente".  ¡Y quizá el predicador tenía a la misma persona en mente!  O al menos el Espíritu Santo se dirigía a aquella persona, pero sin éxito, porque la persona estaba demasiado ocupado apuntando el dedo a otros.

El texto que hemos leído en Mateo 26 nos muestra a los apóstoles que acaban de oír la cosa más espantosa:  Jesús, hablando de su próxima muerte, dijo que sería uno de ellos que le entre­garía.  ¿Cómo se lo iban a tomar?  ¿Con indignación?  ¿Con incredulidad?  ¿O tratando de adivinar al cuál de sus compañeros aludía Jesús?  En lugar de eso, empezaron a mirarse a ellos mismos, examinando sus propios corazones, preguntando cada uno al Señor si se trataba de él.  Ahora bien, el hecho mismo de hacer tal pregunta no demuestra que es culpable, como lo vemos en el texto.  Ni tampoco demuestra la inocencia de la persona, puesto que Judas mismo lo preguntó.  El pasaje sobre la Última Cena nos demuestra que cada uno de nosotros debe examinarse a sí mismo ante el Señor.

I.       Estando en comunión con el Señor v. 20  "se sentó a la mesa con los doce"
1.      Comunión = presencia juntos
2.      Comunión = comunicación 
3.      Comunión da la oportunidad al Señor de hablarnos y retarnos 
4.      Comunión nos da la posibilidad de preguntar al Señor
5.      Aplicación: ¿Estás en comunión con el Señor durante la semana?  ¿O acaso esperas al domingo? ¿o a la Santa Cena?  Él quiere "sentarse contigo" continuamente: en casa, a trabajo, en clase, en tu ocio...  Si estás en comunión con él, podrás examinarte a ti mismo con honestidad, porque él te ayudará, te guiará, y te hará ver la verdad sobre ti mismo, "y la verdad te hará libre".  Es un proceso continuo.

II.    Estando confrontado con su muerte en la cruz  (v.28 "mi sangre del nuevo pacto... derramada para remisión de los pecados")
1.      El anuncio de su muerte en la cruz hizo que los discípu­los se dudasen de sí mismo 
2.      Su muerte en la cruz te hará ver que eres pecador
3.      Su muerte en la cruz te hará querer evitar de ofenderle; por tanto le preguntarás "¿Soy yo, Señor?"
4.      Su muerte en la cruz te pondrá a solas delante de él: no habrá nadie más a quien puedes apuntar el dedo.
5.      Párate periódicamente ante la cruz de Jesucristo:  ¡Ojo!  ¡No ante una imagen de la cruz!  Pero en tu mente, párate ante el hecho de la cruz, y examínate en cuanto a los pecados por los cuales Jesús derramó su sangre.  ¿Hay algo en tu vida a que todavía no has renunciado, que pueda impedir la eficacia de la obra del Señor alrededor tuyo?

III. Sabiendo que hay posibilidad de todo mal en nosotros (“uno de vosotros me va a entregar” v.21)
1.      La posibilidad de hacer como Judas, que quería tener un Mesías conforme a su idea, en vez de según la idea de Dios
2.      La posibilidad de negar al Señor como Pedro lo iba a hacer
3.      La posibilidad de caer en hipocresía como Pedro lo haría más adelante, siendo un mal ejemplo para los demás
4.      La posibilidad de abandonar el servicio del Señor por amor al mundo, como lo hizo Demas

IV. Evitando de apuntar el dedo a otro (v.22)
1.      ¿Por qué apuntar el dedo a otro si podemos caer nosotros?
2.      ¿Por qué apuntar el dedo a otro si hemos de vigilarnos a nosotros mismo?
3.      ¿Por qué apuntar el dedo a otro cuando estamos reunidos en el amor del Señor?
4.      ¿Por qué apuntar el dedo a otro cuando no es asunto tuyo?  (Lo único que te interesa es saber si puedes fallar)
5.      ¿Por qué apuntar el dedo a otro cuando no sabes si es culpable? ¿o si es el peor culpable?

V.    Conscientes de su próxima venida  “hasta aquel día... con vosotros en el reino de mi Padre”
1.      Dos sentidos:  en el reino terrenal después de la resurrección de Jesús, o en la Nueva Tierra y Nuevos Cielos cuando venga Jesús.  De todos modos, el hecho de anticipar el futuro, su venida, ayuda a quitar nuestros ojos de los demás, en el sentido negativo
2.      ¿Qué padre de familia, de vuelta de un largo viaje, quiere recibir por los niños que se chivan el uno del otro?  ¿No quiere ser recibido con amor por lo que es para ellos, más bien?
3.      Ante su venida examinarnos a nosotros mismos, para "no ser juzgado" 
4.      ¿Por qué apuntar el dedo a otros, si sabemos que él vendrá y juzgará conveniblemente?  (Lo que nosotros tenemos que hacer es ser fieles)
5.      Hemos de aplicarnos a esperar la venida de Cristo con alegría, y asegurándonos que será un encuentro alegre.  Por tanto, examinémonos ante esto.


En su bien conocido texto sobre la Santa Cena en 1 Corintios 11, Pablo dice: “Si pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados” (v.31).  Es a esto que estamos llamados a hacer, no sólo a la Santa Cena, sino diariamente.  Si es buena práctica al principio de cada día pasar tiempo con el Señor en la meditación de su Palabra y la oración, es también una práctica saludable al final del día examinar nuestros corazones ante el Señor, dejando que él nos examine  “Examíneme, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, y Guíame en el camino eterno” (Sal. 139:23-24).