MATEO 26:30-35; 69-75
PEDRO
“Entonces él
comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre” (26:74).
Pedro era un
buen discípulo. Siempre estaba el
primer dispuesto a expresar su lealtad al Señor. Seguía al Señor de cerca, y quería estar con
él. Se enojaba al pensar que alguien
pudiera maltratar a su Señor. Se puede
decir que amaba a Jesús. Pero cayó. Insistió en que no conocía a Jesús; maldijo y
juró para demostrarlo; lo llamó “el hombre”, con cierto desprecio, o al menos
distanciamiento. ¿Qué pasó? Tú, ¿te imaginas negando a Jesús,
pretendiendo no conocerlo? Porque podría
ocurrir. Toda tu profesión de amor hacia
él podría venir abajo en un momento de pánico.
Miremos los principios que podemos aprender de esta etapa de la vida de
Pedro.
I. Hay que
confiar en Jesús para poder ser valiente
1.
Mientras
Pedro estaba confiando en Jesús, pudo sentirse leal y valiente (v.35).
2.
Había visto
los milagros, las señales, de Jesús.
3.
Tenía a Jesús
presente con él, como siempre, sin señal de cambio.
4.
Estaba
rodeado por los demás discípulos.
5.
Nosotros,
mientras tenemos los ojos fijos en Jesús, el Vencedor, seremos valientes.
6.
Mientras
estemos en comunión con otros creyentes, seremos valientes.
7.
Busquemos
ardientemente esa comunión con Jesús y con los demás, para no caer en alguna
tentación.
II. Hay que
actuar por lealtad y amor hacia Jesús
1.
Pedro tuvo la
lealtad de ir donde estaba su Señor cuando todos los demás lo habían abandonado
(v.69).
2.
Jesús era
preso, pero Pedro se atrevió a deslizarse dentro del lugar donde iba a ser juzgado.
Era peligroso.
3.
Con su amor
no podía aguantar la espera: quiso saber lo que sucedía.
4.
Cuando
nuestro corazón nos impulsa a hacer algo por lealtad para Jesús, o amor hacia
él, ¡hagámoslo!
III.
No hay
que estar demasiado pronto para proclamar su valor en público.
1.
Pedro
proclamó un valor y amor extremo, cuando no le costaba nada hacerlo. Pero fue humillado. (v.33,35, 74-75)
2.
Es
interesante que Pedro empezó comparándose hipotéticamente con los demás discípulos. Eso aumenta la humillación.
3.
Fue una forma
egoísta de proclamar su valor, además de orgulloso: no le importaba cómo
quedaban los demás discípulos.
4.
Cuando se
trata de quién es más valiente, o quién sería más valiente, es mejor quedar callado,
y, en secreto, determinar que actuaremos con el valor necesario cuando llegue
la situación.
IV.
No hay
que quitar los ojos del Maestro.
1.
Cuando Pedro
falló, no estaba mirando hacia el Maestro, sino hacia aquellos que le cuestionaban
(v.69,71,73). Igual que cuando miraba a las olas en el mar.
2.
Estaba en
mala compañía (1 Corintios 15:33).
3.
Estaba
pensando, no en Jesús, sino en su propia piel.
4.
Nosotros
también, en las mismas circunstancias, fallaríamos. Necesitamos mantener nuestros ojos sobre él,
siempre (Hebreos 12:2).
V. Hay que
estar dispuesto a arrepentirse y volver a nuestro primer amor.
1.
Pedro supo
reconocer su pecado, avergonzarse de ello, y volvió a seguir al Maestro
(v.75; Juan 21:15-19).
2.
Esto fue la
diferencia entre Pedro y Judas. Judas
pudo salir y hacer su mala obra aunque Jesús le había confrontado con
ello. Cuando estuvo hecho, lo único que
Judas pudo hacer, en vez de ir al Señor en arrepentimiento, fue matarse a sí mismo.
3.
Vemos el
paralelismo con Saúl y David. Saúl hizo
excusas, siguió endureciéndose, y al final se mató a sí mismo. David pecó gravemente, pero al ser
confrontado con ello, dijo: “He pecado”.
Los Salmos 32 y 51 nos dan el testimonio de su sincero arrepentimiento.
4.
Aprendemos
que siempre hay perdón para cualquier pecado, si nos arrepentimos sinceramente. No hemos de permanecer hundidos en el fango.
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