MATEO 27:3-9 ( y 26:14-16)
JUDAS
Si
hay una figura en el Nuevo Testamento que nos inspira horror, es la de Judas
Iscariote. Nos choca su mezquindad,
luego su traición, su arrepentimiento insuficiente, y su suicidio. ¿Qué podemos aprender de este relato? Aparte de confirmar las profecías sobre
Jesús, es seguramente un advertencia para cualquier persona que vive hoy en
día.
I. El hecho
de estar asociado a un grupo de creyentes comprometidos no garantiza que hayas
sido salvo.
1.
Era “uno de
los doce” (26:14). “Era contado con
nosotros, y tenía parte en este ministerio” (Hechos 1:17).
2.
A veces,
alguien cree que por ser miembro de una buena iglesia evangélica, está a salvo.
Pero ni su profesión, ni su membresía le puede salvar.
3.
El hecho de
estar trabajando en el ministerio tampoco garantiza la salvación de nadie. Ha habido
unas historias escalofriantes de personas en el ministerio que se han dejado ir
en los peores pecados, y que al fin, han mostrado el mayor desprecio por las
cosas de Dios.
II. El hecho
de estar asociado a un grupo de creyentes comprometidos te hace más responsable
por tu eventual rechazo del Señor.
1.
Lo llamaron:
“el hijo de perdición” (Juan 17:12). No
hay otra persona en la Biblia
que recibe esa etiqueta, aparte del “hombre de pecado” en 2 Tesalonicenses 2:3.
2.
Es Jesús
mismo que usa esa expresión tan condenatoria.
3.
Cuanto más
conocimiento una persona tiene, menos excusa tiene, y mayor condenación tiene.
4.
Tú que estás
relacionado con un grupo de creyentes, que asistes a la iglesia, ten cuidado:
si no has nacido de nuevo, si no te has arrepentido y recibido a Cristo en tu
vida, tu condenación será grande. No
juegas con el Evangelio. ¡Es peligroso!
III. El hecho
de expresar tu arrepentimiento por una cosa no significa que hayas arrepentido
para salvación.
1.
En los
versículos 3-5, los sacerdotes no respetaron su arrepentimiento.
2.
Hay muchas
personas que actúan mal, y luego expresan su arrepentimiento después de que
hayan actuado. Es tarde para impedir las
consecuencias.
3.
A veces ese
arrepentimiento tardío es hipócrita, o sin fe, o incompleto. Puede ser un arrepentimiento “por si
acaso”. Puede ser más bien un remordimiento.
4.
Ese
arrepentimiento no tiene validez si no te lleva a entregarte al Señor Jesús
mismo.
IV. Es
posible ir más allá del alcance de la gracia de Dios.
1.
“Se fue y se
ahorcó” (v. 5). No sabemos precisamente
a qué punto había sobrepasado los límites, pero sí sabemos que una vez se había
ahorcado, ya no le quedaba ninguna posibilidad.
2.
El hecho de
suicidarse no era la causa de su perdición; era la consecuencia
de ella.
3.
En Mateo
capítulo 12, Jesús advirtió contra la blasfemia contra el Espíritu Santo. En el contexto, parecía estar implicando que
sus interlocutores, que veían sus milagros pero que insistían en considerar que
él era del diablo, estaban en peligro de cometer este pecado, por el cual no
hay perdón. Ahora bien, sabemos que hay
perdón para cualquiera que acude a Jesucristo.
Pero obviamente, hay quienes se endurecen hasta tal punto en su rebeldía
que no pueden acudir a Cristo. Eso es el
pecado contra el Espíritu Santo; es pasar los límites. Fue lo que hizo Judas, y puede ser lo que
algunos harán hoy. No sigas resistiendo
a la llamada del Señor. Acude a él, para
que él trate tus pecados.
Muchas personas consideran que son hijos de Dios por
pertenecer a la iglesia cristiana.
Muchos se consideran aprobados por Dios porque están implicados en algún
servicio cristiano. ¿Es eso lo que
identifica a un hijo de Dios? Si es así,
entonces estamos obligados a pensar que Judas era un hijo de Dios – y no lo
era: era más bien un hijo de la perdición.
Por tanto, tendríamos que rehacer algunas de nuestras esquemas. No se trata de estar en la iglesia; no se
trata del servicio cristiano; tampoco se trata de una profesión de fe en
Jesucristo, ni de seguirlo por un tiempo.
Una persona sólo es hijo de Dios si ha nacido de Dios, si ha nacido de
nuevo. Y tú, ¿has nacido de nuevo?