Tuesday, April 22, 2014



LOS DIEZ MANDAMIENTOS
ÉXODO 20:1-11
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. (Mt. 22:37)

I.    Reconocerlo como el único (Hch 4:12; Jn 14:6)
1.                 Único objeto de tu amor y lealtad
2.                 Único objeto de tu confianza
3.                 La única fuente de la verdad es la Biblia (Is 8:19-20)
4.                 ¿Quién es el centro de tu vida? ¿Es una cosa clara?

II.   Reconocerlo como exaltado (sin imágenes, sin nombrarle en vano; dos cosas que harían que él pareciera normal y corriente)
1.                 Imágenes para representar a Dios Padre como un viejo para niños, o imágenes para repres3entar a Jesús – siempre lo hacen mal, a veces como un afeminado
2.                 La vista de esas imágenes acaba produciendo en los corazones una reverencia hacia las mismas imágenes.
3.                 Nuestro lenguaje – diciendo “Jesús” cuando alguien estornuda, o diciendo “Dios mío” para expresar sorpresa.
4.                 Cuestión de promesas, decir la verdad.  Eso toca al nombre de Dios.
5.                 Para él, el nombre importa mucho. Fil 2:10

III.  Reconocerlo como Dueño  (de tu tiempo, de tu trabajo, de tu descanso, de tus bienes, de tu misma vida).
1.                 “Señor” = dueño   1 Ti. 6:15
2.                 Es dueño de los 7 días, no sólo del séptimo, o del primero.
3.                 Exige no sólo que descansen 1 día, sino que trabajen 6 días. El día de descanso no ha sido cambiado al 1er día de semana (domingo), sino al descanso espiritual en Jesús.  “Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras,  como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de des obediencia.” (Hebreos 3:9-12)
4.                 Los días de trabajo no han sido cambiados.  El 1er día, es día para recordar Su señoría sobre toda la semana, no es día de descanso.


Su calidad única, Su exaltación, y Su soberanía como dueño, son cosas que hemos negado con nuestras vidas. Eso tiene que pagarse. Estas rebeldías se pagan por la muerte, y sólo la muerte del Hijo de Dios pudo satisfacerlo. Eso es lo que recordamos en la Santa Cena.

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