MATEO 27:57-66
EL SEPULCRO:
MUESTRAS DE AMOR Y
DE
DESCONFIANZA
En
el relato que Mateo nos da del sepulcro de Jesús, vemos un contraste entre la
actitud de algunos creyentes, y de los jefes religiosos. De ciertos modos, hay índices de que los
adversarios de Jesús hicieron más caso de algunas de sus palabras que lo
hicieron sus propios discípulos. Pero lo
que más destaca aquí es su actitud hacia el mismo Jesús.
Una cuestión que ha causado perplejidad en
círculos cristianos es la cuestión de cómo Jesús pudo morir y estar sepultado
durante tres días y noches antes de resucitar, si murió el viernes y resucitó
el domingo por la mañana. Y algunos de
los intentos de explicar el problema son aun más preocupantes que el mismo
problema. Por ejemplo han intentado
decir que unas horas del viernes, y unas cuantas más por la madrugada del
domingo, cuentan por un día entero en cada caso. Pero esto no explica lo de
“tres días y tres noches” (Mt 12:40) y los mismos adversarios recordaron
que había dicho que “resucitará pasado 3 días” (Mt 27:63).
Sabemos que resucitó el domingo, porque era “el primer
día de la semana”. (Mateo 28:1 “Pasado el día de reposo, al amanecer del primer
día de la semana”). Pero ¿en qué día
fue crucificado? Si fue el viernes,
tenemos la dificultad que ya hemos mencionado.
Lo que ha hecho pensar que el día de la crucifixión era el viernes, es
el texto que se halla en Juan 19:31 “por cuanto era la preparación de la Pascua , afín de que los
cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de
reposo era de gran solemnidad)...”.
Lo que nos ayudará a entender esta situación es una
lectura de Levítico 23. En el versículo
24 leemos: “En el mes séptimo, al primero del mes tendréis día de reposo, una
conmemoración al son de trompetas .... ningún trabajo haréis”. En el versículo 39, leemos: “A los 15 días
del mes séptimo...”. En los versículos
5-6, se lee: “En el mes primero, a los 14 del mes... y a los 15 días del
mes...”. En cada caso, se describe un
día de reposo, o un “sábado” (según la traducción), especial, que no caía
necesariamente en el séptimo día de la semana – y a veces no podía caer en tal
día. Por esta razón, cuando se trata de la Pascua , cuando se habla del
día de reposo, hay que entender que no se relaciona necesariamente con el
séptimo día, nuestro sábado. Jesús
seguramente fue crucificado el jueves.
El viernes era un sábado especial, por la Pascua (Juan 19:31 habla de
un día de reposo especial) el séptimo día era un sábado normal, y el tercer día, el
primer de la semana, resucitó. Pasó las
noches del jueves, viernes, y sábado en el sepulcro, y resucitó en la mañana
del domingo.
Ahora bien, al sepultar a
Jesús, vemos que los discípulos y los demás mostraron ciertas actitudes de las
cuales podemos aprender.
I. Aprendemos
a mostrar afecto hacia el Señor
1.
José se ocupa
de su entierro, junto con Nicodemo (Juan 19:39-40).
2.
Las mujeres
atendieron su sepulcro. V.61
3.
Si bien
nuestra fe no se basa en sentimentalismos, el amor normalmente mostrará un lado
sentimental. Así como la mujer que hecho
perfume en la cabeza y los pies de Jesús, y estas personas se interesaron en el
sepulcro del cuerpo de Jesús, nosotros debemos estar dispuestos a demostrar
nuestro amor y agradecimiento hacia Jesús.
II. Aprendemos
a utilizar nuestras riquezas para el Señor
1.
Obviamente
José de Arimatea era un hombre bastante adinerado, ya que pudo tener una
propiedad en Jerusalén, aun cuando vivía en otra región.
2.
Los creyentes
podemos tener toda una variedad de posiciones sociales y económicas. Algunos
tienen mucho; otros poco. Pero todos
podemos seguir el ejemplo de José, y poner lo nuestro a la disposición del Señor.
3.
Sería
interesante hacer un inventario de nuestras posesiones, y luego preguntarnos a
nosotros mismos que estamos haciendo con estas posesiones: ¿las estamos
aprovechando para el servicio de aquél que lo dio todo por nosotros? Luego, podemos preguntar al Señor lo que él
quisiera que hiciéramos con estas cosas: ¿cómo podemos servirle mejor?
4.
Recordemos
que en cuanto a lo que consideremos como siendo nuestro, sólo somos administradores
de estas cosas: administradores del Señor.
III. Aprendemos
a tener el valor de confesarnos discípulos del Señor.
1.
Para José,
fue un punto clave en su vida. Se
presentó ante las autoridades para pedir el cuerpo. Ya que no era pariente de Jesús le preguntarían
por qué lo reclamaba.
2.
Se le critica
por ser un discípulo secreto, pero en este momento abandonó el secreto.
3.
Debemos estar
dispuestos, nosotros también, a hablar abiertamente a nuestra fe en Jesús y
nuestra identificación con él. Por
ejemplo, ¿protestamos cuando la gente habla en mal contra el Señor, blasfemando
su nombre?
4.
“Si alguien
se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y
pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la
gloria de su Padre con los santos ángeles” (Marcos 8:38)[1].
IV. Aprendemos
a tomar en serio las palabras del Señor (versículos 62-66).
1.
Más tarde,
particularmente en el relato de Lucas y en el de Juan, vemos la incredulidad
con que los discípulos recibieron la noticia de la resurrección. No se lo esperaban, aun si el Señor había
repetido muchas veces que resucitaría (Mateo 16:21). Pero los discípulos parecían pensar que todo
había terminado.
2.
Los
adversarios de Jesús, sin embargo, se acordaron de sus palabras y las hicieron
caso: “nos acordamos de que aquel engañador dijo…: Después de tres días resucitaré”.
3.
Los
adversarios tomaron medidas para hacer frente a lo que Jesús había dicho:
“Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día”.
4.
Nosotros
debemos a aprender a tomar en cuenta lo que el Señor dijo, tanto sus promesas
como sus advertencias, y actuar en consecuencia.
5.
Si como
creyentes actuáramos conforme a una verdadera confianza en todo lo que dijo
Jesús, quizá seríamos más convincentes para el mundo incrédulo.
Hay, pues, muchas
lecciones que podemos aprender alrededor del sepulcro de Jesús, tanto de sus
seguidores como de sus adversarios.
Decidámonos, por tanto, seguirle a él de más cerca, manifestando nuestro
amor por él, confiando en él, y poniendo toda nuestra vida y nuestras pertenencias
a su disposición. Esto es el
cristianismo vivido que honrará a nuestro Salvador.
amen
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