Agua de Vida y un Árbol de Sanidad
Apocalipsis 22:1-5
Este texto, al principio del último capítulo del Nuevo Testamento, se entiende
generalmente como hablando del estado eterno, después del juicio final. Sin embargo, el libro de Apocalipsis está
lleno de imágenes que repiten o resumen la historia que se cuenta desde el
principio del libro, y aun desde el principio del Nuevo Testamento.
Una cosa que cause confusión es la expresión “sanidad de las naciones”,
porque al leer eso, pensamos en países con sus gobiernos. Sin embargo la
expresión “naciones” en el Nuevo Testamento es una palabra que también se
traduce “gentiles”, o, en otras palabras, todos aquellos que no son de la
nación judía. Podríamos también utilizar la expresión “paganos”, salvo que eso
tiene un sentido algo despreciativo hoy en día (aunque para los judíos,
“naciones” o “gentiles” era también despreciativo). La idea, aquí, es la sanidad o la sanación de
los no-judíos. ¿De qué son sanados? Pues, son sanados de su estado de
separación de Dios. “Recordad que en ese
tiempo estabais separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel,
extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el
mundo. Pero ahora en Cristo Jesús,
vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la
sangre de Cristo. Porque El mismo es nuestra paz, quien de ambos pueblos hizo
uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne la
enemistad, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en
sí mismo de los dos un nuevo hombre, estableciendo así la paz, y para
reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado
muerte en ella a la enemistad. Y VINO Y
ANUNCIO PAZ A VOSOTROS QUE ESTABAIS LEJOS, Y PAZ A LOS QUE ESTABAN CERCA”
(Efesios 2:12-17).
Es posible que la intención, pues, de este pasaje, sea de resumir la
historia de la redención a partir de la cruz hasta la eternidad, cuando no
habrá necesidad de luz ni de lámpara, ni de sol.
Estando así, pues, aprendemos en este texto las grandes bendiciones que
tenemos por nuestra relación con Cristo.
I.
Hemos recibido el agua viva que satisface para siempre “un río limpio de agua de vida
resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero”
1. ¿Se siente decepcionado por lo que tiene, o lo que no tiene? A veces
anhelamos algo tanto, pero una vez lo tenemos, nos damos cuenta que no
satisface. Sólo la presencia de Cristo nos puede satisfacer realmente, Y
además, es duradero.
2. Como creyentes, nos vale la pena cultivar esta relación con él. Vale más
que toda otra cosa.
II.
Como “gentiles”, hemos sido librado de la posición de separación de las
bendiciones de Dios “y las hojas del
árbol eran para sanidad de las naciones (los gentiles)”
1.
Lo cierto, es que lo que nos separaba, a todos, de Dios es nuestro pecado.
2. Cuando Cristo murió en la cruz, pagando por nuestros pecados, él nos sanó
de la consecuencia de nuestros pecados. Como dice Romanos 8:1, ya no hay más condenación
para aquellos que están en Cristo Jesús.
3. Asegurase de que esté en Cristo, y no sólo en una organización o sociedad
cristiana. Ni siquiera su iglesia le sanará de sus pecados. La iglesia es la
comunidad de aquellos que han sido sanado por Jesucristo.
III.
Somos libres de la maldición para siempre “y no habrá más maldición”
1. Es la consecuencia de la sanidad por la cruz. Cuando no hay pecado no hay
maldición.
2. Cristo llevó nuestra maldición cuando murió por nosotros.
3. Cristo venció a Satanás y todos sus obras en la cruz.
4. Ahora Dios no está diciendo “mal” de nosotros, sino que está diciendo “bien”
de nosotros (bendiciendo).
IV.
Gozamos de una relación con el Señor “y
verán su rostro”
1. En la eternidad, le veremos su rostro literalmente.
2. Mientras tanto, podemos, de cierto modo, “ver su rostro” en una relación
íntima con él.
3. Siendo librado de nuestros pecados, ya no hay nada en absoluto que pueda
impedir que gocemos de esta relación abierta e íntima con Dios. Lo que Adán
perdió nos fue restaurado.
V.
El Señor se identifica con nosotros “y
su nombre estará en sus frentes”
1. Si adoptas a un joven, le das tu nombre. Es atrevido hacerlo, porque te identificas con
él.
2. Te sentirías algo orgulloso si alguien a quien admiras mucho te prestara el
uso de su nombre; si él se identificara públicamente contigo.
3. ¿Qué identificación más clara puede haber que un nombre escrito en tu
frente? Sin embargo es lo que el Señor hace por ti y por mí. Cuando dice que
pone su nombre en tu frente está diciendo que se está identificando contigo en
la manera más pública posible. ¡Qué privilegio más grande! ¡No tienes que andar
con vergüenza! ¡Eres importante!
VI.
Tenemos la promesa de una eternidad gloriosa “No habrá allí más noche … y reinarán (seguirán reinando) por los siglos de los siglos”.
1. Según Juan 3:16, ya tenemos vida eterna si hemos creído en él. No es algo
que alcanzar.
2. Ya reinamos con Cristo; al morir seguiremos reinando con Cristo; y en la
eternidad, después del juicio final, también seguiremos reinando con Cristo.
3. Nuestro futuro eterno es algo tan glorioso que no tenemos palabras para
describirlo. Sólo podemos pensar en lo que no habrá: no habrá noche. Cristo
mismo será nuestra luz.
4. Cuando las cosas parecen difícil hoy, pensemos en el hecho que es sólo
temporario. Pongamos los ojos en Cristo y en nuestro futuro con él. Nos ayudará
poner el presente en perspectivo.
Con realidades y promesas tan gloriosas, no hay razón para que el cristiano
ande cabizbajo. Es por eso que Pablo pudo decir a los creyentes filipenses: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!”
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