Apocalipsis 18
“¡Ha caído, ha caído la
gran Babilonia!” (v.2)
Al estudiar este
capítulo, no intentaremos, del momento, identificar a la gran Babilonia. Por
cierto, le han identificado a Jerusalén, que cayó en el tiempo de Juan, el
escritor. Se ha identificado a Roma, que era tan poderosa en aquel tiempo, pero
que iba a caer unos siglos más tarde. Pero se ha preguntado a qué se identifica
hoy en día, o en los últimos tiempos.
Creo que podríamos pensar en cualquier país, movimiento, sistema
política, alianza, en que podríamos
poner demasiada confianza. Y por eso,
sea lo que sea nuestra posición sobre las interpretaciones de profecía, podemos
sacar provecho de las lecciones de este capítulo.
- Debemos evitar tener demasiado confianza en algo que está llamado a
desaparecer
1. En el texto, se habla de la caída de Babilonia.
Habrá sido estúpido confiar en ella.
2. Cualquier nación o sistema es temporal. No puede
durar indefinidamente.
a) La historia lo demuestra
b) La Palabra de
Dios lo proclama
3. Ya que está llamado a desaparecer, la confianza
sería mal ubicada
4. Sería no creer lo que Dios ha dicho
5. Sería una confianza que no nos satisfacerá
6. Más vale poner nuestra confianza en lo que es
eterno
- Debemos evitar identificarnos con un sistema o nación que Dios ya ha
condenado
1. En el texto, Dios habla de los pecados de
Babilonia. Y condena la ciudad por aquellos pecados. Habría sido muy
contradictorio identificarse a ello.
2. Cualquier nación o sistema política de hoy en día
está afectado por los mismos pecados que Dios ya ha condenado. No es aceptable
que como cristianos, esas naciones o esos sistemas sean nuestra identidad.
a)
No hay nada
mal en amar a su nación, y apreciar sus ventajas
b)
No hay nada
mal en apoyar algún sistema política
c)
En los dos
casos se trata de estar un poco distante: apreciar los elementos positivos,
pero estar consciente, también, que no alcanzan la aprobación de Dios.
3. Que sea Honduras, España, Estados Unidos, o el Canadá,
son países condenadas por sus pecados.
4. Que sea la política de derechas, de izquierdas, de
ecología, o lo que sea, están llenas de elementos que Dios no aprueba.
5. Por tanto, si bien participamos en este mundo,
apoyando ciertos elementos, seamos siempre conscientes que esas cosas, esas
naciones, esas políticas, no nos representan verdaderamente al fondo.
6. Nuestra identidad está en Cristo, no en nuestra
nación y no en nuestra política.
- Debemos evitar el gran sentimiento de decepción, o pérdida,
cuando Dios quita una nación o un
sistema.
1. Eso será más fácil si hemos tomado en cuenta los
dos primeros puntos.
2. A veces, alguien pone tanta confianza en su país,
en su política, o en su sistema económica, que está devastado al verlo caer o
desaparecer. Nuestro corazón está puesto en el mal lugar.
3. Es por eso que Dios había dicho: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis
partícipes de sus pecados…” (Apoc. 18:4)
4. “Si, pues,
habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios … vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”
(Colosenses 3:1-4)
¿En qué, pues, tiene sus confianza? ¿A qué se identifica? ¿Su nación?
¿Alguna organización? Su sistema económica? Porque todo eso se puede esfumar.
Busque su identificación en Cristo. Disfruta lo que puede, pero recuerde que es
temporal. Y cuídese de no juntarse con los pecados del sistema presente en el
cual se halla.
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