EL PROBLEMA DEL
CONFORMISMO
1 SAMUEL 8
En el primer libro de Samuel, encontramos una historia
bastante triste. Era el punto en que el pueblo de Israel empezó su rechazo
definitivo de su Dios y Redentor. Lo interesante es ver qué es lo que les hizo
rechazar a Dios. Este estudio no ha de hacerse para satisfacer nuestra simple
curiosidad, sino para ver cómo protegernos a nosotros mismos de un tal rechazo
en nuestras propias vidas.
Si miramos
a la obra evangélica hoy en día, vemos muchas cosas que nos llenan de gozo. Hay
gente que abandona sus pecados, y su propia justicia, para poner su fe en
Jesucristo y servir a Dios. Hay vidas
transformadas. Hay personas que se
mantienen, por la gracia de Dios, fieles año tras año. Esto nos alegra. Pero si miramos de una manera realista,
estamos también obligados a reconocer que hay personas que parecen seguir por
una temporada, y luego desaparecen poco a poco en el mundo. Otros que caen repentinamente en ciertos
pecados escandalosos, y se alejan de Dios.
¿Cuántos hay que ya no asisten a ninguna iglesia? ¿Cuántos han sido derrotados por
Satanás? Es posible que hoy, aquí en
esta sala, haya alguien que esté a punto de ser derrotado por Satanás, por el
pecado. Y es posible que la razón sea
igual que en el caso de Israel. Por
esto, nos importa prestar atención a esta historia bíblica para ver lo que te
puede derrotar a ti. Es posible que
tienes ocho años, quizá diez, u once.
Puede ser que tienes dieciocho, o diecinueve años. También puedes tener treinta años, cuarenta
años, cincuenta, sesenta, o setenta años.
El peligro para ti es igual.
Ponte en guardia, y hazle caso a esta historia bíblica.
1 S. 8:5
“Por tanto, constitúyenos un rey que nos juzgue, como tienen todas
las naciones.”
1 S. 8:7
“Y dijo el Señor … a mí me han desechado para que no reine sobre
ellos”.
1 S. 8:19-20
“Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: No, sino que
habrá rey sobre nosotros; y nosotros seremos también como todas las naciones,
y nuestro rey nos gobernará.”
2 Reyes 17:15
“Y desecharon sus estatutos, y el pacto que él había hecho con sus
padres, y los testimonios que él había prescrito a ellos; y siguieron la
vanidad, y se hicieron vanos, y fueron en pos de las naciones que estaban
alrededor de ellos de las cuales el Señor les había mandado que no hiciesen
a la manera de ellas”.
Ro. 12:2
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la voluntad
de Dios, agradable y perfecta.”
Gá. 6:14
“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”.
Hay tres
maneras en las cuales podemos caer en la trampa de conformarnos a “este siglo”,
o sea, al mundo que nos rodea, y hay una manera de guardarnos de esto.
I.
EL PELIGRO DE LA INFLUENCIA CEGADORA DE LOS
“MUCHOS”
Ex. 23:2 “No seguirás a los muchos para hacer el mal y no responderás en
litigio inclinándote a los más para hacer agravios”.
1.
Los que gritaron para que Jesús se crucifique fueron
así.
2.
Las revoluciones, y mucha política, se hace así.
3.
Las amistades y enemistades se hacen así. Por ejemplo
en una clase del colegio si todos están en contra de alguien, acusándolo de no
sé qué, te sientes fácilmente llevado con la corriente. Eso no sólo sucede entre niós, sino también
entre adultos.
4.
Aun las peleas en la iglesia pueden empezar de esta
manera.
5.
Cuadno todos están haciendo algo mal o dudoso, tu
conciencia no te ataca tanto. Sigues “a los muchos”. En ese caso, tú tienes que
decidir si sigues “a los muchos” o si sigues al Jesucristo. Si es este último, no querrás estar conforme
a la mente de los que te rodean.
II.
EL PELIGRO DE UNA CURIOSIDAD MALSANA
- Dt. 12:30 “Guárdete que no tropieces yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti: no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré”.
1.
Es posible que los de Israel empezaron con una simple
curiosidad intelectual. “No hay que tener la mente cerrada”, dijeron. Sin
embargo, esa curiosidad les condujo al pecado.
2.
La curiosidad es madre de la drogadicción, el
alcoholismo, y también de obsesiones sexuales. La curiosidad en sí no es mala,
pero tienes que ser el amo de tu curiosidad. Como no tengo curiosidad para
saber lo que parecería uno de mis niños sin cabeza, tampoco quiero tener
curiosidad para saber qué es lo que la gente lea para llenarse de toda clase de
fantasías sexuales; tampoco quiero tener curiosidad para saber el efecto de
ciertas drogas en mi mente; tampoco quiero tener la curiosidad para leer el
libro o ver la película que haya escandalizado a tanta gente. Conozco a alguien que fue a ver “La Última
Tentación de Cristo”, por simple curiosidad.
Luego, decía que no estaba de acuerdo con la película, pero ¿tenía
verdaderamente que llenarse la mente con todas aquellas blasfemias para llegar
a esa conclusión?
3.
Tu mente es al menos tan importante que la naturaleza.
Si no queremos contaminar el mar, ni los bosques, ¿por qué contaminar tu mente
por curiosidad?
4.
Es la curiosidad que ha conducido a la gente en
brujería, y en necromancia también. Es
la curiosidad que conduce a las herejías. Es la curiosidad que conduce a tantas
cosas que ya sabéis que son negativos. Y, ¡cuidado! El efecto en la mente puede
afectar tu vida espiritual por mucho tiempo, aun después de haberte
arrepentido.
III.
EL PELIGRO DE UN COMPLEJO DE INFERIORIDAD
1 S. 8:5
“Por tanto, constitúyenos un rey que nos juzgue, como tienen todas
las naciones.”
1 S. 8:7
“Y dijo el Señor … a mí me han desechado para que no reine sobre
ellos”.
1 S. 8:19-20
“Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: No, sino que
habrá rey sobre nosotros; y nosotros seremos también como todas las naciones,
y nuestro rey nos gobernará.”
1.
El pueblo de Israel parecía pensar que el hecho de
hacer como los demás sería un paso adelante; el progreso. Aun cuando a veces no estaban dispuestos a
seguir los dioses del mundo, al menos querían imitar su sistema de gobierno. Aquello que Dios les había dado había de ser
inferior.
2.
Muy a menudo los niños piensan que son inferiores a los
demás porque no tienen lo que tienen ciertas otras personas en la clase, o
porque no llevan la misma ropa que algunas personas muy populares. Consideran ciertas cosas como siendo muy
“guai”, sencillamente porque otros las tienen.
No les gusta nada ser distintos. Les hace sentir inferiores.
3.
Pero, ¡un momento!
Vosotros, los adultos, ¿no tenéis los mismos complejos? ¿No seguís las modas asiduamente? ¿Por qué se
tiene que gastar hasta una semana o aun un mes de paga para ropa de cuero
cuando antes de haber visto a toda la gente así estabas satisfecho con lo que
tenías? Y también, ¿no es verdad que
hace unos años, os habría dado vergüenza salir en público con los muslos
expuestos, señoras? Cuando salió la
minifalda, ¿no pensabas que era algo indecente? Pues, tenías razón. Pero con
tiempo, te creías obligada a llevarla porque tus compañeras la llevaban.
4.
Recuerdo la primera vez que entré en una iglesia
Bautista. Varas cosas me llamaron la
atención y ganaron mi respeto. El amor,
el gozo, por ejemplo, pero también la dignidad y la manera de vestir de las
señoras y las chicas. No habían caído en la trampa del mundo. Se vestían bien,
y modestamente. Sentí como un aire
limpio. Y me hacía la mar de bien. No me daba cuenta de que ya estaba harto del
mundo. Lo había probado, y los placeres del mundo dejaban un sabor amargo. Por esto, con los años, me sentí muy desengañado al notar que
muchos creyentes se creen obligados a seguir aquellas modas del mundo.
5.
Nosotros tenemos algo superior al mundo. Tenemos algo permanente, eterno.
Tenemos también “la hermosura de la santidad”, si andamos en esta santidad. No
tenemos por qué tener complejos.
La solución a esos problemas de
conformismo es de gloriarse en lo que tenemos: la cruz de Jesucristo. Ahora, la cruz nos separa del mundo, de una
manera absoluta. Gá. 6:14 “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de
nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al
mundo”. No se puede separar de una
manera más radical que la muerte.